miércoles, 31 de agosto de 2011

SIN PIEDAD


Las piedras lloran
también

Y los arboles
gritan

Y las manos
rien

El silencio una vez
escuchó

Este cambalache
velado

Para las mentes
humanas

Así me contó esa
tarde

Una de las muchas historias
bellas

Que he escuchado de la quietud.


........


El río, que con intensa mesura,
llevo sus aguas al oceano
molestó a los espiritus
lluviosos

Por ser ahora el esposo
del manantial de toda la vida
y el espiritu lluvioso tan solo
su amante.

Tan celosa fué la lluvia
que decidió dejar de caer
para ver como se las arreglaban
el río y el mar.

Una tempestad torrencial
inundo las vastas llanuras,
e hizo descarada y milagrosamente
a las piedras llorar.
Por años lloraron.

Cuando el agua se secó
y las petreas lagrimas cesaron
no volvió a llover
por años y años.

El desierto avanzaba
y el río y el mar se lamentaban,
no podían hacer nada
para que el lluvioso espiritu
regresara.

Los arboles desesperados
gritaron y gritaron
sin entender lo que
pasaba.

Nunca se habían escuchado
gritar y hacer tronar
la tierra que los sostenia
y las piedras que antes lloraban.

Cuando el silencio escucho
toda esta confusión
escuchó con más agudeza,
y allí se reveló

La risa de unas manos,
pícaras e indolentes,
que con esfuerzo y excavando
habían hecho llorar y gritar
sin piedad a sus hermanos.

Se abre la cancha, se despeja el cielo, las puertas se destraban

¡Bienvenidos seres extraviados
del sucucho del canto eterno!
¡Bienvenidos!